El 21 de mayo de 1991, bajo el mandato del Presidente de la República Patricio Aylwin Azócar, se firmó el Decreto con Fuerza de Ley que dio origen al municipio de Lo Espejo. Tres meses después, de acuerdo al protocolo inicial, la máxima autoridad política nacional designó como alcalde instalador a Eduardo Báez Faúndez.
En junio de 1992 se realizaron las primeras elecciones para elegir autoridades comunales a nivel nacional, de acuerdo al régimen democrático (las últimas se habían hecho en 1971). La nueva Ley 18.695 (que fue derogada el año 2000) estableció que, de acuerdo con la cantidad de electores inscritos, la comuna elegiría ocho concejales. El texto legal establecía en su Artículo 115: “Será proclamado alcalde el candidato a concejal que, habiendo obtenido individualmente el mayor número de preferencias, cuente al menos con el 35% de los votos válidamente emitidos, excluidos los votos blancos y nulos, en la respectiva elección de concejales, siempre que integre la lista más votada”.
La norma indicaba además que, “De no cumplirse los supuestos establecidos en el inciso anterior, el concejo elegirá al alcalde de entre sus miembros, en votación que se efectuará en su sesión constitutiva y por la mayoría absoluta de los concejales electos. De no lograrse la mayoría señalada en el inciso precedente, el concejo repetirá la votación, circunscrita solo a los dos concejales que hayan obtenido las dos más altas mayorías relativas en la elección efectuada en el concejo, considerándose las preferencias ciudadanas individualmente obtenidas para dirimir los empates que se produjeren, tanto en la primera como en la segunda mayoría relativa”.
LA COMUNA
La anécdota señala que las señoras que viajaban en tren, un poco antes de llegar a la estación, sacaban sus espejos para empolvarse o peinarse y así llegar ordenadas al andén. Esta costumbre de sacar los espejos habría llevado a su denominación.
En cuanto al nombre de la estación, la leyenda cuenta que había un letrero que decía «Lo Sierra», pero unos muchachones traviesos reiteradamente lo rayaban y escribían encima «Lo Abre». Fue tanto la molestia que finalmente le cambiaron el nombre por «Lo Espejo». Más allá de la leyenda, lo más probable es que el termino Espejo provenga del apellido de un antiguo dueño de hacienda, como observaremos más adelante (Fuente: Bitácora de la comuna de Lo Espejo/Carlos Soto Vargas).
Cuando el Presidente de la República, Patricio Aylwin Azócar, firmó en mayo de 1991 el Decreto con Fuerza de Ley que creaba la Ilustre Municipalidad de Lo Espejo, este territorio ya contaba con una historia digna de cualquier comuna. Desde ese minuto comenzó la historia reciente, pero ya desde los tiempos del Descubrimiento y la Conquista, en el siglo XVI, y hasta mayo de 1991 Lo Espejo ha sido centro de actividad, tanto social como económica, en la capital.
En el decenio de 1960 y, sobre todo, a comienzos de la década de 1970, la zona sur de Santiago continuó poblándose con loteos, las llamadas «tomas ilegales» de terrenos, poblaciones “marginales” y campamentos, que fueron ocupando la zona agrícola periférica. Durante ese período se crean los asentamientos habitacionales más importantes en el territorio que hoy cubre la comuna de Lo Espejo. Estas son las poblaciones José María Caro, Santa Adriana, Clara Estrella, Lo Valledor y Villa Sur.
Con las erradicaciones de pobladores en los decenios 1960 y 1970, la zona sur de Santiago continuó extendiéndose con loteos, «tomas ilegales» de terrenos, poblaciones marginales y campamentos, que fueron invadiendo y copando la zona agrícola periférica. Durante ese período se crean los asentamientos más importantes, como son las poblaciones José María Caro, Santa Adriana, Clara Estrella, Lo Valledor y Villa Sur. A todas las mencionadas poblaciones llegaron migrantes santiaguinos que antes sobrevivían en forma precaria cerca del Zanjón de la aguada y en las riberas del río Mapocho. Estas fueron las medidas más inmediatas del Gobierno de Jorge Alessandri para ir solucionando la cuestión de la vivienda popular.
Sin embargo, su política de vivienda con mayores alcances se plasmó en el denominado «Plan Habitacional», presentado formalmente por el Presidente Alessandri al Congreso Nacional, el 21 de mayo de 1959. En el tradicional mensaje de los gobernantes chilenos, Alessandri indicó que solo para satisfacer las necesidades más apremiantes de la población se requería «abordar en forma intensiva la construcción de 250.000 habitaciones», debiéndose tener en cuenta que la solución definitiva del problema implicaba «atender un déficit no inferior a 400.000 casas». Entre los meses de mayo y octubre de 1959, se desarrolló con éxito el traslado e instalación de 3.904 familias humildes que suman 24 mil personas, a la Población San Gregorio. La experiencia recogida en San Gregorio llevó a la CORVI (Corporación de la Vivienda) a analizar las necesidades de erradicación y de vivienda mínima.
Se consignaba que “En Santiago se construyó la nueva Unidad Vecinal Cardenal Caro, con cabida para 9.300 viviendas mínimas y 60 mil habitantes, más de la mitad de los cuales ya están instalados, se encuentran en marcha los planes tendientes al socorro de familias modestas en diversas localidades”.
El Decreto con Fuerza de Ley N° 2, DFL-2, impulsó la construcción de viviendas de 142 metros cuadrados ampliables, orientadas a la clase media, vía incentivos tributarios y franquicias diversas para los inversionistas, constructoras y compradores. Esos inmuebles estaban liberados de pagar el impuesto de compraventas y cifra de negocios (IVA de hoy) y exentos del pago de contribuciones de bienes raíces.
Si San Gregorio fue una «operación» relámpago, que dio origen en solo cinco meses a una población de 20 mil almas, la Población José María Caro- conocida popularmente como «La Caro»- se programó en 1959, para albergar, en aproximadamente tres años, a unos 60 mil habitantes, es decir, tres veces San Gregorio. Sin Embargo, a siete años de su creación, es decir en 1966, una encuesta CIDU de la Universidad Católica, revelo que en el «sector» vivían unas 89.000 personas. Si se suman los «sin casa», que se encontraban temporalmente en las cercanías del Aeropuerto de Cerrillo a la espera de ser ubicados por la CORVI, la cifra podría ascender a 95 mil habitantes. En suma José María Caro fue de mayor emplazamiento humano creado por el plan habitacional del Gobierno de Jorge Alessandri.
La población José María Caro, representó una «gran población», es decir, un asentamiento popular de tal magnitud que perfectamente podía competir, en número de habitantes, con importantes ciudades del país. Era por cierto menor que Valparaíso o Concepción, pero tenía más habitantes que Talca, Chillan o Valdivia. Para los setenta «La Caro» era la población más grande de Chile, y se emplazó en el sector surponiente de la capital y sus límites, considerando Lo Valledor, que en la práctica constituiría un mismo emplazamiento con «La Caro», fueron: al norte, el Matadero de Lo Valledor; al oeste el aeropuerto de Los Cerrillos; al sur, terrenos agrícolas abiertos que separaban la nueva población de Lo Espejo; y al Este la línea del Ferrocarril Longitudinal Sur. (Fuente: Bitácora de la comuna de Lo Espejo/Carlos Soto Vargas).
El 19 de noviembre de 1962, en pleno Paro Nacional por 24 horas, al que había convocado la Central Única de Trabajadores, CUT, bajo el lema “¡No más alzas y mejores reajustes salariales!”, pobladores de la José María Caro comenzaron a congregarse en la intersección de las calles Buenaventura con Santa Anita y, en un claro gesto de apoyo al paro, comenzaron a colocar durmientes sobre la línea férrea, con el propósito de evitar tanto el paso de vehículos como del tren. La acción se debió a que una de las pocas federaciones de trabajadores que no adhirió al paro convocado por la CUT fue, precisamente, la de los empleados de Ferrocarriles del Estado.
La población José María Caro, al igual que otros sectores sociales del país, no estaba ajena al movimiento y fue así como los vecinos se reunieron a lo largo de la línea férrea para protestar, armando barricadas con la finalidad de evitar que los trenes pudieran seguir su recorrido. Es en este contexto que fuerzas militares del Estado llegan al lugar, disparando y lanzando bombas lacrimógenas contra los manifestantes, entre quienes había incluso familias con niños. La violenta acción armada produjo seis víctimas fatales y cuarenta heridos. Cinco de los fallecidos murieron el mismo día: dos padres de familia; una muchacha de 16 años, que es impactada por las balas dentro de su casa mientras planchaba; un joven de 18 años y otro de 22. El sexto poblador muere al día siguiente. Sus nombres eran: Elsa Ramírez Castro, Ricardo Cubillos Cruz, Juan Barrera Jara, Hipólito Brevis Ravanal, Nemesio Barraza y Jorge Miranda.
Hace 60 años fueron pobladores de La José María Caro, vecinos comunes y esforzados, quienes apoyaron el paro que tenía el propósito de advertir al Gobierno que los trabajadores y el pueblo no seguirían tolerando medidas económicas que afectaban su ya precario diario vivir. La autoridad política no tomó en cuenta las reivindicaciones que exigían, tanto la CUT como los pobladores y otras Federaciones de Trabajadores, y no aceptó sostener negociaciones que pudieran detener dicho paro. No era la primera vez que la administración de Jorge Alessandri (el cual también fue conocido como «el gobierno de los gerentes»), reprimía las huelgas y protestas de la CUT. Poco tiempo antes, había sido encarcelado el presidente de la Central Única de Trabajadores, Clotario Blest.
POBLACIONES
La iglesia católica a fines de los 50 desarrolla un fuerte trabajo de masas que le permite co-optar parte de la dirección del movimiento de masas. En esta tarea destaca el Cardenal José María Caro, quien luego de intervenir y mediar entre los pobladores de La Victoria y el gobierno de Ibáñez, gana un fuerte ascendiente entre los pobladores del sector sur de Santiago y en lo que sería la Población que llevaría su nombre. (Fuente: El Irreverente y La Voz de la Población).
Es fácilmente identificada por su copa de agua y sus calles son reconocibles a nivel masivo. Más de 12 mil habitantes cruzan la población y muchos de ellos fueron extras y hasta protagonistas de la difundida película chilena «Caluga o menta», un buen registro histórico de las vivencias de los habitantes de este sector en las décadas cercanas. Antes, aquí estuvo localizada una gran casona patronal del fundo Lo Sierra, que fue destruida por el terremoto de marzo de 1985, lo que obligó a demolerla. En el predio persisten valiosas palmeras y araucarias, árboles que se acostumbraba a plantar alrededor de las casas de fundo. Además se observan pinos y eucaliptos.
Antes que llegara la población, en 1962, un familiar de los Sierra comenzó la construcción del Cementerio Metropolitano, en el terreno que pertenece a sus antepasados, Julio de la Sierra y Alviz Larraín. Esta población nace con cierta organización y, también en parte, espontáneamente. En 1968 los técnicos de la CORVI trazaron los sitios, pero éstos carecían de pavimento, agua potable y electricidad. Solo había grifos y llaves en algunas esquinas. Mucha gente vino de «La Caro», La Victoria, del cordón Cerrillos. Había un comité «María Ruiz Tagle». Aquí se aplicó el llamado Plan 2.000 y a través de ese programa, se hizo un sorteo de las manzanas. En 1972 se construyen edificios que son habitados principalmente por jubilados del diario «La Nación», de «El Mercurio» y de las Fuerzas Armadas. Algunos trabajaban en las chacras, y quienes iban a trabajar a Santiago utilizaban el tren que se tomaba frente a Fernández Albano, en la parada Pedro León Ugalde.
Uno de los horrores que sufrieron los vecinos de la Población Santa Olga, se vivió una mañana de septiembre de 1973, al encontrarse el cadáver de Víctor Jara, cerca del Cementerio Metropolitano, en la calle Chihuahua y frente a la línea del ferrocarril. El golpe de Estado encabezado por el dictador Augusto Pinochet contra el presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, sorprendió al maestro y gran artista popular en la Universidad Técnica del Estado (hoy USACH). Allí es detenido junto a sus colegas profesores y alumnos. Lo llevan al entonces Estadio Chile (actualmente estadio Víctor Jara, lugar en el que hay una placa en su honor con su último poema), donde permanece detenido durante 4 días. Según numerosos testimonios, lo torturan durante horas (le realizaron quemaduras con cigarrillos y simulacros de fusilamiento), le golpean las manos hasta despedazárselas con la culata de un revólver y, finalmente, lo acribillan el día 16 de septiembre, junto al director de la Empresa de Ferrocarriles del Estado. El cuerpo es encontrado el 19 del mismo mes con 44 impactos de bala. Estando preso escribió su último poema y testimonio «Somos cinco mil», también conocido como «Estadio Chile».
“Somos cinco mil en esta pequeña parte de la ciudad/ Somos cinco mil ¿Cuántos seremos en total en las ciudades y en todo el país?/ Solo aquí diez mil manos siembran y hacen andar las fábricas/ ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!/”, dicen los versos del póstumo poema de Víctor Jara.
El origen de Santa Adriana se remonta a los procesos de radicaciones que se desarrollaron bajo el gobierno del Presidente Jorge Alessandri. Se fundó en 1961 a partir de la toma de terrenos en la ex chacra Santa Adriana. Esta acción «fue realizada por 300 familias que venían de poblaciones como La Victoria, Lo Valledor, La Legua, Matucana, Germán Riesco y Quinta Normal. A estas primeras familias, luego se sumaron 1.500 que venían de una toma realizada en el sector de Estrella Polar y grupos familiares organizados a través de comités de allegados, que habían postulado a la vivienda propia a través de la Corporación de Vivienda de la época, CORVI, y que provenían de diferentes comunas de Santiago».
Desde sus inicios, esta población ha sido conocida en el escenario público nacional. Primero, porque con la toma de terrenos sus pobladores pusieron de manifiesto públicamente la demanda social que existía en materia de viviendas en el país. Luego, y tras el golpe militar de 1973, Santa Adriana fue conocida por ser foco de la represión política dada la tradición de izquierda de sus dirigentes vecinales. (Fuente: Instituto de la Vivienda/ Facultad de Arquitectura y Urbanismo / Universidad de Chile).
En 1959 comienza la historia de la Población Clara Estrella. Los terrenos pertenecieron a la chacra Clara Estrella, y se utilizaron para la agricultura hasta poco antes que se instalara la población que conservó el nombre. En lo material fue levantada en gran parte por sus propios vecinos, en un proyecto de autoconstrucción impulsado por la CORVI (Corporación de la Vivienda) que vendió las cooperativas los terrenos de la chacra Clara Estrella.
Fue la segunda experiencia de autoconstrucción en Chile, de tipo experimental. La primera había sido la Población Germán Riesco. La participación de la CORVI consistía en prestar asesoría técnica, facilitar herramientas y los materiales, utilizando los recursos de la «Alianza para el Progreso» que financiaba EEUU. «Por su parte, los socios de las cooperativas y agrupaciones habitacionales, aportaron con sus ahorros y además debían cumplir con 23 horas semanales de aporte voluntario. Después de su habitual y agotadora jornada laboral, llegaban contentos a trabajar tres horas diarias los días de semana y cuatro horas los sábados y domingos». En este proyecto participan alrededor de mil cuatrocientos personas provenientes de distintas cooperativas siendo las más representativas «Soberanía» y «Pedro Montt».
La mayoría de la gente llegó durante la primavera del ‘59 y el verano del ‘60. Al principio habitaron dos piezas, pareadas con la casa del vecino. Se organizaron por manzanas, y un delegado tenía que procurarse los materiales en la bodega central. Había un jefe, con alguna experiencia en construcción, que coordinaba el trabajo de los vecinos. Se construyeron, además, dos escuelas básicas y se habilitó un colegio en la casa patronal donde hoy funciona un centro abierto.
La población Clara Estrella está marcada por el esfuerzo y coraje, pero también por el «dolor», ya que cuenta con uno de los hechos más lamentables de la historia reciente y que causó profunda consternación, no solo en la población o en nuestra comuna, sino que en todas las bases sociales del país: hablamos de la trágica muerte del padre André Jarlan.
Recién llegado a Chile pasó sus primeros días en la población, pues estaba destinado para trabajar con los jóvenes junto al sacerdote Pierre Dubois, quien fue párroco de Clara Estrella por diez años. La oposición a Pinochet llamó a jornada de protesta nacional para los días 4 y 5 de septiembre de 1984. El día 4, efectivos de carabineros ingresaron a la población La Victoria, reconocida como un bastión de resistencia al régimen militar, y al ser enfrentados por los pobladores con barricadas, fogatas, bombas molotov y miguelitos, comenzaron a disparar al aire. Una bala atravesó la pared de madera de la casa parroquial de la población e impactó en el cuello de André Jarlan mientras éste leía la Biblia, causándole la muerte. Fue velado esa misma noche, y al día siguiente su féretro fue llevado en andas por pobladores desde La Victoria hasta la Catedral Metropolitana de Santiago. Su cuerpo fue repatriado a Francia el 8 de septiembre. De acuerdo al testimonio de Pierre Dubois, miles de personas fueron a despedir sus restos al Aeropuerto de Pudahuel. (Fuente: Bitácora de la comuna de Lo Espejo/Carlos Soto Vargas)
Esta es la población que heredó el nombre del antiguo fundo de la zona.
«En esos años nos alimentábamos de las cosas del potrero: porotos bayos, cebollas, porotos negros, que eran los rastrojos que quedaban en los fundos cercanos. Allí entrábamos a la mala, aunque a veces los huasos nos daban la pasada. También nos bañábamos en un tranque que había cerca», contaba un vecino de esos bucólicos años ‘50..
Los terrenos fueron entregados por la CORVI (Corporación de la Vivienda) y la construcción se realizó a través de los dos sistemas vigentes entonces: autoconstrucción o construcción íntegra por parte del ente estatal. Algunas familias venían de la población Colo Colo, que se había instalado a orillas del río Mapocho, el que arrastró sus casas de material ligero durante los temporales del año 1957.
Las viviendas construidas por la CORVI corresponden a la actual comuna de Lo Espejo. El otro sector pertenece ahora a la comuna de Pedro Aguirre Cerda. La construcción fue seguida atentamente por los pobladores organizados, que incluso realizaron un paro contra la empresa constructora, pues acusaron que ésta usaba materiales de mala calidad. Es sorprendente comprobar que la jefe de obras en esos años era una mujer: Julia Quevedo. En la precariedad de esos inicios, su presencia alcanzó especial relevancia, pues además de dirigienta social incansable, oficiaba de partera en el sector, lo que hoy sería una matrona. Según cálculos de entonces, Julia Quevedo ayudó a llegar a este mundo a entre 150 a 200 niños, que hasta hoy la llaman “mamá Julia».
La mayoría de las viviendas de Lo Valledor Sur son de materiales sólidos, aunque con el tiempo los vecinos fueron utilizando otros elementos. Así fueron apareciendo gran número de ranchos, mediaguas y mejoras para albergar a los allegados. (Fuente: Bitácora de la comuna de Lo Espejo/Carlos Soto Vargas).
Este es el sector más pequeño de la comuna y tiene forma de triángulo. El resto de la histórica Villa Sur, y que es la gran mayoría, hoy pertenece a la comuna vecina. Como recuerdan los antiguos habitantes de la Villa Sur, “las casas parecían cajas de fósforos”, y no tenían los actuales techos. Recién cuando se instaló el agua y la electricidad, se pudo comenzar a cortar el pasto silvestre de un metro de alto que rodeaba las casas.
La nueva división comunal fue muy resistida y criticada en el barrio, como consta en una carta enviada por los vecinos al Ministerio del Interior en junio de 1991, en representación de 110 familias: «¿Es conveniente dividir una población que vive una determinada realidad en cuanto a lo social y económico?. ¿Qué pasa con los logros comunes alcanzados: sedes, multicanchas?. ¿Es adecuado que las medidas se tomen sin la consulta de los interesados?. NO hemos tenido la visita de ninguna autoridad competente que nos explique la conveniencia de las nuevas delimitaciones, que también afectan a otras cuatro poblaciones aledañas. No se ha considerado que esta medida daña nuestro sector, que ha luchado desde sus orígenes por crecer de acuerdo a sus reales capacidades». Fuente: Bitácora de la comuna de Lo Espejo/Carlos Soto Vargas).